lunes, septiembre 29, 2008

El 2 de octubre no se olvida...en Madrid

1 comentarios
Dentro de muy pocos días se cumplirán los 40 años de aquel funesto episodio de la historia moderna mexicana más conocido como "La matanza de Tlatelolco"

Fue la tarde del 2 de octubre de 1968 cuando una bengala en el cielo fue la señal acordada para que integrantes del ejército mexicano abrieran fuego contra estudiantes que en esos momentos se manifestaban en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas, dentro del Conjunto Habitacional de Tlatelolco, en la Ciudad de México ocasionando una verdadera matanza a todas luces execrable.



Casi en el aniversario cuadragésimo de tal ignominia, en las instalaciones de la Casa de América en Madrid, se llevará a cabo la mesa redonda titulada "Recuento del 68 mexicano: ¿La imaginación o el poder?" en la que intervendrán Sergio Raúl Arroyo, etnólogo y director del Centro Tlateloco de la UNAM y Enrique Serna, escritor. Actuará como moderador Julio Trujillo, poeta y director editorial de Letras Libres en España.

La conmemoración es polémica y contradictoria en los círculos intelectuales, que oscilan entre la mitificación romántica del movimiento estudiantil y el cuestionamiento descreído de los supuestos logros de la izquierda. La memoria histórica mexicana, relacionada directamente con los sucesos del año 68, deja preguntas pendientes y heridas abiertas.

El 2 de octubre no se olvida...

"Recuento del 68 mexicano: ¿La imaginación o el poder?"

30 de septiembre del 2008
19:00 horas

Casa de América
Plaza de la Cibeles 2
Madrid

Entrada libre


1 comentarios:

  • martes, septiembre 30, 2008 3:33:00 a. m.
    Anónimo :

    "68: ¿por qué no cierra la herida?"
    por: Luis González de Alba (participante en este movimiento del 68)
    Milenio, 29.09.08

    Respuesta de médico: porque la remueve el paciente. ¿Por qué cada año, al acercarse el 2 de octubre, más si es década, volvemos a preguntarnos lo mismo? Porque no hemos dejado cicatrizar la herida, nos gusta rascar la costra. Y nos gusta por manía mexicana. Los hechos están claros, no tanto los motivos.

    1. Está claro que hubo una movilización, mayormente de jóvenes ilustrados, inscritos en instituciones de educación superior, y abarcó al país entero, incluidas muchas universidades privadas. Por entonces, la educación pública superior era garantía de acceso a buenos ingresos económicos. Por lo mismo no hubo motivos como los hoy presentes: ninguna angustia por el futuro. La movilidad social era alta.

    2. Tampoco hubo motivaciones ideológicas: la izquierda éramos 300 en la UNAM, divididos en múltiples grupúsculos concentrados en Humanidades. E hicimos movilizaciones de 300 mil en el DF y de 3 millones en el país (con 45 millones de población). ¿Cómo? Con seis demandas que nadie se sabía. En Ciencias Políticas había habido una huelga de hambre por la liberación de dos ferrocarrileros presos desde 1959: Demetrio Vallejo y Valentín Campa. A unos pasos, en Veterinaria, nadie se enteró. En Filosofía y Letras supimos unos 20.

    3. Hubo, sí, un primer motor de la protesta, que fue el señalado por el rector de la UNAM, Javier Barrios Sierra: el acto desmedido de fuerza contra la Preparatoria 1, entonces en San Ildefonso, al costado del Palacio Nacional, donde una huelga escolar recibió como respuesta un bazukazo disparado por el Ejército a las órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

    4. El rector puso la bandera a media asta en la explanada de la Rectoría y encabezó una corta manifestación. Exigía una disculpa. Era todo. Los alumnos de Ingeniería formaron las comisiones de orden porque el rector era ingeniero. Sin el rector, ni siquiera habrían marchado; no habrían hecho huelga, de las que nada querían saber. No hubo disculpa y las huelgas estudiantiles se extendieron por el país. ¿Por qué los alumnos de Ingeniería, Químicas, etc., continuaron en huelga, aun contra la opinión del rector?

    5. Porque supieron, en esos primeros días, lo que era la experiencia de la libertad, y les gustó. Pedían la libertad de unos viejitos cuyos nombres nunca habían oído porque se supieron presos: un país cerrado no sólo a la democracia electoral, sino a la música juvenil y a todo aire nuevo en la vida cotidiana. Con películas prohibidas, censura previa en todo, prensa repetidora de boletines oficiales, presidentes aplaudidos durante seis horas en informes anuales que a nadie importaban. Jóvenes sin derechos aunque tuvieran en su futuro auto y casa propia.

    Nada expresa mejor ese espíritu inasible que la más grande pinta del 68, la aparecida en todo el costado de la Facultad de Ciencias: “Y nos levantaremos cuando se nos dé la gana”.

    Y nada expresa mejor el espíritu conservador de todo México que el olvido de esa frase por tantos motivos memorable: no pareció seria al país de Coatlicue, tieso y formal en la derecha o en la izquierda.

    6. Tampoco logramos aceptar lo que sabemos de Tlatelolco: un mitin escaso porque los dirigentes, dispersados por las ocupaciones militares de la CU y del Casco de Santo Tomás (del IPN), sólo tuvimos un día para hacer propaganda. Un grupo de militares, denominado Batallón Olimpia, en ropa civil, se encarga de aprehender a los líderes y comienza a disparar sobre la plaza. El Ejército regular, que la rodeaba, cree que le disparan los líderes estudiantiles y responde. En el fuego cruzado hay muertos y heridos, incluidos soldados y miembros del Olimpia. Una clara provocación que se descubre allí mismo, cuando gritan ese nombre tratando de obtener un cese el fuego, sin éxito por el estruendo y porque los enviaron sin proveerlos ni de un radio de campaña.

    Así ocurre la masacre, el indignante crimen del 2 de octubre. Ante el MP, los del Olimpia heridos declaran que iban al mando del capitán Ernesto Gómez Tagle. Falta una sola pieza: de quién recibió éste la orden. No de la Secretaría de la Defensa porque los mandos militares habrían estado al tanto de la operación. No lo estaban porque las provocaciones dejan de serlo cuando se avisan. O, también, pudo ser un error de infantería: mala ejecución de las órdenes. Los hay, salvo si pensamos que el enemigo es perfecto.

    Allí estamos y para mí es suficiente. Dejemos todos que cicatrice.